viernes, 2 de agosto de 2019

Wakusei


Es de sobras conocido que los métodos de cultivo son distintos en todo el mundo aunque comparten -aún más actualmente- técnicas comunes.

En Asia el cultivo del arroz es uno de los más importantes y, curiosamente, uno de los que comparten con España. Los arrozales del Delta del Ebro se diferencian en poco de los de Vietnam o los de la ruralidad japonesa.

Pero incluso hoy en día, con toda la avalancha de información y práctica del cultivo "ecológico" u "orgánico" (en la medida en que esto exista realmente) podría sorprendernos si hablamos de un sistema de cultivo tan natural en el que no se usa ni el arado, entendido tanto la herramienta como el sistema en sí mismo.

Si realmente se quisiera poner en práctica una verdadera sostenibilidad, se debería recurrir al Método Fukuoka.

El método desarrollado por Masanobu Fukuoka, el  Cultivo Natural se diferencia totalmente del cultivo llamado ecológico porque, basado en el concepto de la no-acción de la filosofía taoista, a duras penas altera el terreno cultivado conservando el máximo de su microclima original.



No hay que pensar que Fukuoka fuera un simple "hippie" amante de las plantas. Era un científico agrónomo con estudios, especializado en fitopatología y edafología.

Como decía, el campo no se ara, no se quitan las malas hierbas y desde luego no se usan pesticidas de ningún tipo. Tampoco se abona -ni siquiera con abonos orgánicos- "a gran escala" con lo cual no se acumulan toneladas de estiércol que puedan arder espontáneamente en un verano de calor (entiéndalo el que lo lea).

El método de plantación es similar al que usan los pájaros o los insectos al polinizar, "trasladando" las semillas envueltas en bolas de fango convenientemente preparadas.

Este método, que le mereció un premio casi tan importante como el Nobel a su inventor para ser posteriormente olvidado, se basa en la observación de los ciclos naturales y en la mínima intervención.



¿Por qué entonces nos venden que la mejor solución para acabar con la falta de alimentos en el tercer mundo son los transgénicos?

A estas alturas es evidente que solo el interés de ciertos poderes fácticos es el que mantiene la energía nuclear, la transgenia y toda manipulación genética y química de la alimentación y los medicamentos.

Fukushima, en Japón, ha sido -hasta ahora- el último gran desastre nuclear; el primero fue Chernobyl, en Rusia cuando aún era la URSS.

Allí fue donde vivió y murió otro científico que luchó por lograr un medio de evitar las hambrunas, principalmente debidas a las malas cosechas, a través de regresar al origen silvestre de las plantas.

Nikolái Vavílov, botánico y genetista seguidor del sistema mendeliano quiso acabar con la escasez de comida y sobre todo de frutos y vegetales frescos endémica de los países más fríos.  Sin embargo también sabía que las hambrunas son provocadas más por la política que por el clima.
Su idea era recuperar las defensas que tienen las especies silvestres y que las cultivadas han perdido. y esta idea gustó a Lenin el cual le puso al frente de un equipo, le hizo miembro del Soviet Supremo y financió sus investigaciones.



Sin embargo, después de la muerte de este, sus sucesor, Stalin -conocido como El Zar Rojo y autor entre otros crímenes  de la colectivización del campo ruso que conllevó la matanza de 10.000.000 (Diez millones) de campesinos que comenzaron el periodo conocido como el Terror Rojo o Gran Terror- no le fue tan afecto.

Vavílov provenía de una familia burguesa y ni sus contactos con científicos no-rusos ni sus ideas sobre la "herencia genética" (que eso de "heredar" huele a capitalismo) gustaban a Stalin que encontró un eslabón débil en un discípulo resentido de Vavílov llamado Lysenko.

Primero ataques y desprestigio y finalmente, al típico estilo comunista, un secuestro por sorpresa un día que recogía semillas en el campo, acabó con Vavílov siendo torturado, acusado de espionaje y condenado a muerte, aunque finalmente fue encarcelado en un gulag en 1940 donde murió de hambre.

Sus colaboradores defendieron su legado -una colección de unas 370.000 muestras de especímenes- durante el asedio nazi de Leningrado que duró tres años. En un refugio secreto, prefirieron morir de hambre antes que comerse las muestras.

Recordemos que Vavílov opinava que la política era el principal factor de las hambrunas.

Fukuoka y Vavílov; dos grandes botánicos muy poco conocidos que demostraron que el regreso a un sistema más natural de cultivo, sin desechar los avances útiles, era la clave para lograr alimentar a la población sin necesidad de envenenarla y a la vez conservar y hasta regenerar el planeta. Y todo eso desde hace décadas. Mucho antes de cualquier movimiento "ecologista".

Luego hay quien se pregunta "para que sirve la historia".


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